La delgada línea de la realidad
Últimamente me ha parecido importante tratar de reflexionar acerca de los orígenes o bases que tienen los autores al momento de crear sus obras, sobre qué clase de pensamientos, experiencias o investigaciones son las que soportan los escritos que he venido disfrutando con el paso de los días.
Si bien muchos de estos son vivencias específicas que son directas y en las que incluso los autores puntualizan hasta que punto tienen un grado de ficción o fantasía, son aquellas historias que tienen un grado de irrealidad las que generan mayor inquietud porque son las que le hacen a uno preguntarse y salir de sus propios límites y estructuras de pensamiento idealistas.
Debo reconocer que me cuesta quedarme con la mentalidad que nuestra existencia está encasillada en un plano tridimensional, que estamos solos en el universo, que somos la especie dominante y donde en cierta manera retrogradamos nuestro pensamiento a que somos el centro de todo y nada más importa. La duda que me asalta es cuál es la delgada línea que cada uno de los autores está cruzando frente a su existencia para plasmar sus obras y capturar la atención de sus lectores.
Hoy día, temas como los multiversos, la exploración espacial, la inteligencia artificial se han vuelto temas recurrentes en noticias, películas y sobre todo en lecturas en las que cada una de estas está buscando dar alternativas de un mejor futuro a una sociedad cansada y desgastada de una vida rutinaria, gris y cuadriculada por así decirlo. Sin embargo, yo me detengo a pensar cómo es que los autores de estas obras llegan a estas conclusiones y desarrollan estas ideas de manera tan elaborada. ¿acaso cuentan con algún tipo de información que nosotros no? ¿es en realidad una imaginación desbordada la fuente primordial de sus ideas y lo que resulta en las fuentes de ocio que hoy en día tenemos? Tenemos como ejemplo Arthur C. Clarke, Aldous Huxley o George Orwell con novelas distópicas sobre futuros lejanos que fueron muy acertadas en retrospectiva.
Es en ese momento, en que la literatura deja de ser una salida fantástica de la realidad y simplemente nos amoldamos o comprendemos que son distintas caras de una misma realidad que vemos plasmadas a través del pensamiento de alguien que ya tuvo ese tipo de epifanía y buscó una manera de compartirla a mayor gente, de manera que depende de nosotros verlo como si fuera una fantasía o una realidad.
Creo que la conclusión (que en realidad deja más dudas que respuestas) es que todos, en cierta manera, rebasamos nuestros propios límites mentales y nos rehusamos a asumir que nuestra vida es solo la realidad a nuestro alrededor. Que el hecho que haya tantas cosas desconocidas o fuera de nuestro alcance no significa que no existan, que no sean realidad o que, incluso, no sean todo lo contrario a nuestros idearios particulares. Quisiera pensar que a medida que nuestro conocimiento se expande (no solo desde el ámbito conceptual o pedagógico sino general), estamos dispuestos a ser más laxos y menos cuadriculados sobre los preceptos que guían nuestras vidas y abrazamos un modelo de pensamiento en el cual cualquier cosa es posible.
