Caso # 1: “El Lado Bueno de las Cosas” (The silver linings playbook), de Matthew Quick
Son pocos los casos en que la película supera al libro. Este es uno de ellos. Yo soy de los que prefiere leer el libro primero, pero fue tanto el boom por la película y las ganas de verla que caí en la tentación. Como amé ese largometraje adaptado y dirigido por David O. Russell, decidí comprar el libro sin pensarlo.
La historia de Pat Peoples se desarrolla muy lentamente, aprendemos que es un profesor de historia que fue expulsado de su trabajo y fue directo a un hospital psiquiátrico en Baltimore, donde ha perdido la noción del tiempo y al salir del lugar va a vivir a la casa de sus padres mientras vuelve a poner en orden su vida.
En realidad, han pasado varios años y Pat padece de un trastorno depresivo que ha arrasado hasta con sus recuerdos, no recuerda qué pasó con su esposa Nikki y está convencido que ella volverá cuando él esté mejor, alcanzando un final feliz.
Hasta acá, todo bien, el libro y la película van de la mano. Pero en la novela de Matthew Quick, el descubrimiento va demasiado lento, casi desesperantemente lento. El trauma de Pat, que nunca se aclara, lo lleva a ser repetitivo e inclusive redundante con sus anécdotas, los personajes que lo rodean son accesorios para contar la historia y carecen de profundidad.
Claro, ya que el punto de vista es de Pat y su realidad está distorsionada, era de esperarse la rareza. Pero hay formas de tratar las temáticas en los libros, y si un personaje carece de empatía, es muy difícil seguir leyendo cuando no hay un interés por la suerte del protagonista… Y con esto recuerdo a la desesperante protagonista de “Mi año de descanso y relajación”, el libro de Ottessa Moshfegh… Pero de eso hablaremos en otra ocasión.
El problema del libro, principalmente, es que carece de la emoción y sentimiento que logró la película con creces, es incluso mucho más oscuro y la conclusión es muy acelerada: para la página 200 (de 290) se da la “gran revelación” (Y los que han visto la película saben que me refiero las cartas, sin hacer mucho spoiler acá) y se siente a la carrera, esto lleva a un clímax es totalmente diferente en el libro que la película, con una secuencia de baile que cambia hasta la intención de los personajes.
Tiffany, por ejemplo, que en la película es interpretada por Jennifer Lawrence (y se llevó el Oscar por ese papel), pierde mucha potencia en el libro y eso repercute en el final que tiene su personaje. La escena romántica de la película que hace lagrimear un poco (A mí me paso) en el libro simplemente no existe, lo que esfuma la esperanza del amor entre los protagonistas y diluye el conflicto. No es necesario que toda historia sea una historia de amor, eso es verdad, pero en el fondo el amor sí es lo que mueve el mundo (y hasta a los escritores).
La novela está bien escrita, no podemos quitarle el valor que tiene el trabajo de Matthew Quick. Pero en esta ocasión, la película sí supera el libro. El trabajo de David O. Russell como libretista, profundizando en los conflictos de los personajes, es mucho más destacado. Quizás porque su hijo fue diagnosticado como bipolar y con un trastorno obsesivo-compulsivo es que entendió la parte más emocional del asunto, desde el ángulo familiar hasta el sentimental. Punto para el cine.
Escrito por Juan Camilo Velandia Q.
Lector & Miembro Comunidad Bookennials
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Hola, no sabía que era de un libro 😶
tengo q ver la peli 😎